jueves, 16 de octubre de 2014

Una crónica al pie del cerro La Balanza*



Día 1


Le decimos al cobrador de la combi que nos avise al llegar a la av. España, pues queremos llegar puntuales a nuestra cita. Al bajar, la prolongada av. Túpac Amaru se abre ante nuestros ojos: el irrefrenable andar de combis, mototaxis, y “colectivos” son parte del paisaje de Comas, uno de los distritos más pujantes de Lima. Luego, tomamos un colectivo que nos lleva por cinco soles hasta el último paradero (más tarde nos enteraríamos que un mototaxi nos podía llevar por S./ 1.50). Le preguntamos al chofer: ¿A qué hora empezará la función? -7:30 p. m.-nos dice. El auto comienza a ascender por las calles de un cerro emblemático para los comeños: La Balanza. Hacia allá hemos ido, retando al frío, en busca de una historia sediciosa, esta vez narrada desde el teatro.

Hemos llegado muy temprano, a las 6:00 p. m. Desde la parte alta del Parque Tahuantinsuyo, podemos divisar gran parte de Comas y las diminutas luces que iluminan la ciudad. Nos percatamos que hasta aquí llegan los microbuses del Metropolitano. Poco a poco los vecinos van llegando hasta la canchita del parque, donde se alza un estrado y los tramoyistas preparan el escenario, mientras el animador los convoca: “Hoy tenemos a Ramollano de Trujillo, Tres Latidos de Lima y el Grupo Teatral Milenio”. Este deja a un lado el micrófono y sale del parque, entonces le preguntamos qué significa este despliegue de fuerzas que convoca a los vecinos de La Balanza. Martín contesta con la alegría de quien se siente parte de un insólito acontecimiento: “El Festival Internacional de Teatro en Calles Abiertas (FITECA) es uno de los eventos artísticos más importantes del Perú. Nos autofinanciamos. Los artistas internacionales se alojan en las casas de los pobladores de la zona y cada uno viene con la suya”. Luego, inquietado por una de nuestras interrogantes, hace una denuncia: “El Instituto Nacional de Cultura se comprometió a apoyar a la FITECA, pero luego nos dijeron que no había presupuesto, pero nosotros seguimos trabajando”. (Ironías aparte, mientras hacemos este reportaje, el gobierno condecora a sir Paul Mc Cartney con la Orden El Sol del Perú en grado de Gran Cruz). “Ya no tarda en llegar uno de los organizadores: Marco Esqueche, él se autoexilio por razones políticas en Argentina y sólo estará tres días aquí”, nos dice nuestro joven amigo. Suena interesante: un artista autoexiliado por razones políticas.

Después de media hora, Ramollano inicia la función. Un cura con vestimenta franciscana sale al frente y comienza su prédica contra un demonio, que llevan la gorra del Tío Sam y es denunciado por los encapuchados sacerdotes con un libro que se asemeja a la Biblia. Una ingeniosa metáfora contra el imperialismo. Al término de la obra, aparece el artista Marco Esqueche, quien exhorta  a un equipo de jóvenes teatristas a que vendan polos, afiches y pines alusivos al festival. Los polos son subastados a 30 soles; los afiches, a cinco soles y los pines, a solo dos soles.

Al fin acaba la jornada de ventas y lo perdemos de vista; otro animador lo reemplaza y nos acercamos a él, pues sospechamos que sabe a dónde puede haber ido Marco. Martín aparece de súbito y le dice al animador: “Jorge, es un amigo que ha venido para hacer un reportaje”. Jorge Rodríguez es otro de los impulsores que ahora no puede atendernos, así que tendremos que esperar hasta el final.

La segunda obra presentada aquel primer día del festival es realmente “un punto aparte”, como escuchamos decir a un espectador. Una inverosímil combinación de música, teatro y circo, tres latidos que mantienen en vilo al público. Katya de los Heros, egresada de la Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica del Perú; Frank García, egresado de la Escuela de Circo de La Tarumba y Christian Atapáucar, cajonista, flautista y violinista, dan muestras de destreza y profesionalismo.

La noche acaba con el grupo Milenio y su obra Mejunje. A través de una mezcla de fuerza y dinamismo, pasan ante nuestros ojos personajes como la lavandera y el lustrabotas en medio de la percusión musical propia del ritmo afroperuano. Es tarde ya y, sin advertirlo, una amiga artista se nos acerca y nos pregunta: “¿Van a ir a la presentación de Marco? Será en la casa de Janet Gutarra y sólo habrá pase máximo para 30 personas”. Le preguntamos si mañana también se presentará. Entonces, recordamos que Martín nos dijo que el artista se quedaría tres días. Decidimos emprender el camino de regreso a casa, pues la FITECA recién comienza. Un colectivo nos lleva hasta la Túpac Amaru, esta vez tan sólo por 0.70 céntimos.

Día 2





Llegamos a las 7:30 p. m. de la noche, justo cinco minutos antes de que empiece la primera presentación del día. Allí está el artista diciéndole al público que se tendrá que retirar momentáneamente porque se va a la casa de Janet. Antes que dé la vuelta, nos acercamos y le damos la mano, pues queremos que nos hable acerca de Punto final, la obra que presentará dentro de pocas horas. “Sí, a ver cumpa, acompáñeme y hablamos en el camino”.

Lo acompañamos hasta una casa de dos pisos muy cerca del parque Tahuantinsuyo. Entramos. En la mesa se encuentra Lihuén, su amigo argentino, afinando los últimos detalles laptop en mano. Luego de ponerse de acuerdo con él, Marco comienza su relato. “(Esta obra) tiene que ver con el concepto de la muerte que tienen los pueblos del norte, con los mochicas; ellos tenían claro que la muerte era un viaje, tú morías y hacías un camino. En ese viaje necesitabas una ropa, utensilios y una serie de rituales: uno de ellos es el canto. La obra trabaja el tema de la muerte sobre la vida”.  Entonces, hace una revelación insospechada, todo un punto de inflexión. “Cuando se da el genocidio en el penal de Canto Grande, había un compañero, un abogado de la Asociación de Abogados Democráticos, esposo de Yovanka Pardavé Trujillo, también abogada democrática y su hija. Entonces, cuando los compañeros deciden salir porque se habían agotado las últimas posibilidades de resistencia, se agarran de la mano el Dr. Tito Valle Travesaño, su hija en el medio y su esposa, y todos los compañeros a su vez. Cuando agarrarte de la mano no te va a salvar de una bala y comienzan a cantar: Por los valles y los andes, guerrilleros libres van… La metáfora es la siguiente: No se iban a salvar de una bala, es más, estaban yendo al encuentro de ella misma, pero el ser humano tiene ese concepto, está en sus relaciones con un mundo cosmogónico. Por eso, cuando se dice: ´¿Cómo aplicas creadoramente a una realidad un concepto científico?´. Esa aplicación a la realidad hace que se empate y se vincule con la cultura de esos pueblos”.

Entonces, de golpe nos damos cuenta que el artista tiene mucho que decir y sus palabras nos llevan a un pasado reciente, al 6 de mayo de 1992. A un mes del golpe del 5 de abril, el Ejército, a través de la operación Mudanza, exterminó a comunistas, principalmente dirigentes del Partido Comunista del Perú.  

El artista prosigue con su explicación: “El maoísmo es un pensamiento científico que al aplicarse se envuelve con este concepto de la muerte, entonces ahí se explica por qué un cántico no te va a salvar pero era el retar a la muerte, el ponerla en vilo, decirle bueno me voy a enfrentar a ti y me voy a enfrentar cantando”. Marco, como visitante de aquellos días, nunca olvidará el sentido de amplitud que sentía al caminar junto a los presos por el perímetro del patio y el revolotear de las palomas que surcaban los barrotes del penal: “un símbolo de la libertad”. Algo más interesante aún era la pinta en lo más alto de una pared de 6 metros con la inscripción ASALTAR LOS CIELOS CON LA FUERZA DEL FUSIL; “todo un golpe sicológico a la reacción”, nos dice. Punto final enfatiza “la parte espiritual y mágica de los seres humanos” en el contexto anterior y posterior de la guerra popular a través de la mirada de un poblador, es decir, al artista le interesa principalmente la “guerra de símbolos” que se desenvuelve en este contexto. Además, hace una reflexión en voz alta: “Primero hay que reconocer que hubo una guerra porque si no te pierdes un aporte clave en la reconstrucción de la historia del Perú”.

Otro ejemplo de lo simbólico en su obra es el rescate de la canción Salvo el poder, todo es ilusión. Nos dice: “Siglos se hunden, ídolos caen, se quiebra un viejo orden de opresión y en la montaña, un relámpago de fuego hiende la noche con su gran puñal; los mares se agitan, la tormenta arrecia y en el gran desorden, se levanta el Sol”. Se nos viene a la mente lo que por años difunden algunos “analistas” acerca de la “manipulación” de la alegoría andina. Marco niega totalmente esa posibilidad con estas rotundas palabras: “Los maoístas peruanos eran la cultura. Hay un afiche que dice: “Kausachun lucha armadata”. ¿Qué? ¿Los usaron? ¿Como los yanquis? Los yanquis en la guerra de Vietnam usaron el guaraní para poderse comunicar con los aviones y que no los detectaran, ellos sí usaron. Mira los apellidos de los prisioneros políticos: Mamani, Quispe. La reacción dice eso: “Los maoístas usaron, vinieron los guerrilleros”. No, no, si yo soy de aquí, los guerrilleros eran de La Balanza, entonces, reconociendo que nosotros somos de aquí, nosotros le ponemos nuestra impronta cultural”.

El artista profundiza aún más en torno al arte y la cultura de los comunistas peruanos: “Hay un documento del Dr. Guzmán, Somos los iniciadores; es un poema, o la profesora Elena  Yparraguirre que, en vez de “adiestrar” a sus militantes, pinta. Emerge naturalmente el arte, hacen esculturas y le dan la importancia tan grande como, en su momento, a la organización armada. A mí, como artista me interesa ese empate que hubo y cómo los pueblos ancestrales dieron su aporte en esa aplicación, ¿Cómo se especificó esa aplicación? ¿Por qué se llama creadora? Porque era con ingenio aplicar las cosas. Fue una guerra de audacia. Fue la guerra más audaz de este planeta”.

Entonces, con el afán de ilustrarnos en torno al concepto de audacia, recuerda: “Hubo una marcha el año 90 de las compañeras de los hospitales en huelga. De pronto las compañeras van en la marcha con unos papeles periódicos y unos bollitos; la policía al frente y las compañeras tiran los bollitos, la policía empieza a correr porque en esa época la dinamita se envolvía en bolitas y se les revestía de papel, entonces la policía sabía que un círculo envuelto en papel era dinamita. Y las compañeras lo único que habían hecho era una piedra envuelta con papel”.

Marco hace la siguiente interrogante: “¿Qué es lo que tú tienes cuando desarrollas un proceso o te enfrentas a un conflicto?” Su respuesta es firme: “O tienes una ideología poderosa que te conduce y te hace creativo o no tienes nada. La FITECA es un hecho concreto que cuesta 25, 000 euros y nosotros no tenemos un sol, hacemos colecta para la vela”. Pero a pesar de las circunstancias adversas y en esa línea de la creatividad, este festival ya tiene 10 años y es parte de todo un proceso que se remonta al año 64. Ese mismo año se funda La Balanza, “la capital de Comas”, en palabras de este artista fundador del Teatro del Ritmo, miembro de una familia de ocho hermanos que llegaron desde Malambito. Él decidió entregar su vida al arte desde los 12 años. En los 80 se formó como profesional en la ENSAD. A partir de principios de los 90 viaja por países como Chile, Ecuador,  Argentina, Bolivia, Uruguay, Brasil, Cuba e Inglaterra,  desarrollando talleres y participando en diversos encuentros. Desde el 2002 es parte de la cofradía que organiza la FITECA y sólo viene al Perú en ocasiones en que la actividad artística se lo demanda.

Cuando se funda La Balanza, uno de los dirigentes era un actor del Teatro Popular de Comas, el grupo pionero en la historia del teatro comeño, es decir, “Comas comienza su proceso junto con el teatro”. No es casualidad, entonces, que “La Bala”, oficialmente La Libertad, sea un barrio de artistas, “donde el arte es un hecho cotidiano”. A los 12 años, Marco es uno de los fundadores de La Gran Marcha (uno de los grupos organizadores de la FITECA) y “lo fundamos porque habíamos visto el Teatro Popular de Comas”. La Gran Marcha es otro grupo pionero del barrio desde hace ya más de 30 años. “Pero ¿Por qué fundamos un grupo de teatro?”, se pregunta. “Por ejemplo, el teatro estaba en la Asamblea Popular”.  De súbito, se le viene a la mente a la actriz Raida Callalle, quien actuaba antes de la asamblea. También Raúl Salinas, el profesor primario de teatro del colegio 3047, antes 644. Él funda el grupo Gente de Tablas, ganador del Primer Concurso de Teatro Escolar, que derrotó nada menos que al Champagnat.

Así se desarrollaba el arte popular en esos tiempos: “Una obra de teatro antes y de ahí la Asamblea Popular; un músico antes y de ahí la Asamblea Popular”. Así se inició este proceso donde el pueblo se empezó a organizar y el teatro estaba inmerso en un barrio de migrantes del campo a la ciudad durante la segunda gran ola del movimiento campesino. Por ello, su arte se nutre de esas vivencias anteriores a la guerra y del pueblo que lo vio crecer. Asimismo, recuerda que en el 77 “ya comenzaban a llegar las primeras noticias de que se iban a alzar en armas”.

Son las 10 p. m. y nos damos cuenta que la charla con Marco ha terminado. Tiene que alistarse para la presentación de esta noche. Pide que lo sigamos al segundo piso. Ahí están Lihuén con su laptop y Belén, su compañera, ambientando el escenario donde dentro de poco veremos Punto final. Afuera hay una cola de artistas y público con mucha expectativa por ver su más reciente obra. Las anchas calles de este barrio, que acaricia el cielo, guardan muchas voces que ni la furia idiota de la persecución puede silenciar.

*La crónica aquí publicada data del año 2011. Actualmente, Marco Esqueche ya no participa de las actividades de la FITECA.

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