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EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS. PEKÍN. 1959. |
Poesía que nace con el Sol
Desde tiempos lejanos, la poesía era cantada y la
música acompañaba los más diversos festines, desde los sacrificios paganos, los matrimonios griegos, los cantos de los indígenas cacataibo de la selva amazónica por la muerte prematura de un niño, hasta los triunfos de las
batallas incas en su avance en la conquista de los pueblos.
El pueblo chino no fue la excepción en esta práctica
que hermanaba la poesía y la música en tiempos milenarios. Así tenemos a Li Tai
po, uno de los poetas chinos de los tiempos de la dinastía Tang que llevaba una
vida sin mayores sobresaltos económicos, que sirvió a la corte imperial y que
luego se envolvió en una revuelta en contra del emperador, la rebelión de An
Lushan, siendo exiliado y absuelto.
A nuestro alcance está la edición del libro Mao
Tse-tung. Treinta y siete poemas, de febrero de 1976, publicada por la
Editorial W. A. González. También la segunda edición de Mao Tse-tung Poemas
de Ediciones en Lenguas Extranjeras de 1962, cuya traducción corresponde al
chileno Luis Enrique Délano.
El primero de los poemas de Mao
Tse-tung recopilado lleva el título de Changsha, ciudad donde estudió el gran
maestro del proletariado y donde leyó desde las Analectas de Confucio, los
Cuatro Clásicos (El sueño del Pabellón Rojo, Viaje al
Oeste, A la orilla del agua, Romance de los Tres Reinos) hasta sus
primeras lecturas de marxismo.
En su Autobiografía, Mao señala que en
tiempos de la escuela: “Lo que me gustaba eran las novelas de la China antigua y sobre todo las historias de las
revueltas. Leía el Yo Fei Chuan, Shui Hu Shuan, Fan Tang, San Kuo y Hsi Yu Chi,
todavía joven y engañando la vigilancia de mi antiguo maestro que detestaba
estos libros “fuera de ley” y que los calificaba de perversos”. De hecho
también leyó a Li Tai Po y de esa manera nutrió sus primigenios conocimientos
sobre la literatura china.
Sin embargo, poco a poco el adolescente Mao Tse-tung
iría despojándose de las viejas prendas de la literatura de su país. Cuenta en
su Autobiografía que luego de haber abandonado la escuela a los trece
años: “Proseguí mis lecturas devorando
todo lo que encontraba, excepto los clásicos. Esto enojó a mi padre quien
quería que yo dominase a fondo los clásicos”. Aunque luego confiesa que
después de escapar de su casa: “Volví a
estudiar los clásicos y leí también muchos artículos de algunos libros
contemporáneos”.
Poesía: fuego de los verdaderos dioses
Lo principal, definitivo y que marcaría a fondo a
Mao en esos años, fue haber sido testigo del abuso contra los campesinos pobres
en los tiempos previos a la fundación de la Primera República China en 1911. Asimismo,
el hecho de haber participado en la sublevación de Wuhan en el Ejército
dirigido por el nacionalista Li Yuan-hung.
Para Mao el problema no radicaba en leer o no leer
las obras de la China feudal sino en ver de qué manera se las asimilaba y se
las sometía a crítica para de esa manera servir a los objetivos políticos
revolucionarios de ese entonces.
Su poesía es una epopeya cantada de los periodos que
atravesó la Revolución China desde poco después de la Fundación del PCCH hasta
la entrada de la Gran Revolución Cultural Proletaria. Sus temas básicos: Las
masas que dominan las leyes de la naturaleza, su heroicidad, las alegorías
propias de la cultura china, los paisajes. Cada poema tiene un claro fin
político bellamente expuesto: educar al pueblo en la lucha de clases.
De esta manera, los paisajes de Changsha son cantados por
el dirigente comunista del periodo de la Primera y Segunda Guerra Civil Revolucionaria,
períodos marcados por los golpes contrarrevolucionarios otorgados por los
traidores del Kuomintang (partido de la burguesía nacional), la confusión
ideológica dentro del Partido Comunista de China y los extraordinarios
sacrificios de los verdaderos dioses: las masas. Entonces, aún Mao no era
jefatura.
Changsha
En el frío otoño,
Contemplo, solo, el río,
que fluye hacia el norte,
pasada la Isla de la Naranja,
y las
montañas que las hojas de los árboles
tiñen de rojo.
(…)
La naturaleza, los ríos, los peces y las montañas
son símbolos omnipresentes en su obra poética: “Unas águilas cruzan el amplio cielo, unos peces nadan en el remanso”.
Pero en todo momento le canta a aquellos primeros héroes del proletariado
chino: “He traído aquí a cientos de
compañeros en estos turbulentos tiempos. En nuestra activa juventud fuimos
estudiantes. A la manera llana de los escolares acusábamos sin miedo y sin
prejuicios…”.
Su poesía recoge la experiencia por cambiar las
viejas relaciones de producción. Sus versos están hechos en pleno campo de
batalla: “Nuestras voluntades unidas eran
nuestra fortaleza. Hasta que desde Huangyanchieh llegó el tronar de la armas
(Monte Chingkang)”. Los poemas Primer Cerco y Segundo Cerco nos hablan
acerca de las campañas de cerco y aniquilamiento (fueron cinco en total) que el
Kuomintang dirigió contra el PCCH.
Segundo Cerco
(…)
El Ejército ha cubierto
trescientos kilómetros en quince días
a lo largo del gris río Kan
y de las verdes montañas de Fukien.
Alguien está llorando,
lamentándose tardíamente
de la estrategia del avance lento.
Los señores de la guerra despedazaban el territorio
chino con su lucha de facciones, el Kuomintang perseguía a los comunistas,
mientras que el PCCH repartía la tierra entre los campesinos: “Por el río Ting, hacia Lungyen y Shanghang
van las banderas rojas. Una parte del reino ha sido liberada y ahora la tierra
está siendo repartida (Avance hacia Fukien)”. “En el campo de batalla las flores amarillas son especialmente
olorosas (El doble día noveno de 1929)”.
El sacrificio en la lucha por un nuevo orden es digno de resaltar: “Pero mejor que la primavera son cincuenta mil
leguas de frío, cielo y agua (El doble día noveno de 1929)”.
La salida ingeniosa de Mao, ante los cercos
kuomintanistas, fue plantear el desarrollo de una guerra de guerrillas, pero
estaba en minoría dentro del Partido, de manera que se impuso una línea errónea
que llevó a una derrota militar con el Kuomintang.
Luego que las tropas de Chiang Kai-shek (jefe del
Kuomintang) cercaran la base comunista de Jiangxi sin poder penetrar en ella,
Mao dirigió una retirada en octubre de 1934: La Marcha de los 25, 000 li (12.500
kilómetros) o Larga Marcha. En el Paso de Loushan, los comunistas obtienen su
primera gran victoria en toda esta ardua travesía. Mao canta en enero de 1935:
El Paso de Loushan
Cólerico es el viento del oeste.
Lejos, grazna el ganso
silvestre
bajo la helada luz de luna matutina,
bajo la helada luz de la luna matutina.
El martilleo de los cascos de los caballos
se repite agriamente
y el toque del clarín resuena con sordina
No digáis que el peligroso paso es algo inexpugnable.
En este mismo día, de un solo salto cruzaremos su cima.
¡Cruzaremos su cima!
Más allá, las colinas son como el mar, azules,
y el sol poniente es rojo, rojo como la sangre.
Un poema de Mao Tse-tung representativo de ese momento es La Gran Marcha,
poema escrito en setiembre de 1935, que contiene los momentos más heroicos de
la Segunda Guerra Civil Revolucionaria. Cada poema suyo es una lección
melodiosamente explicada: Para el proletariado nada fue, es, ni será fácil.
Todo lo conseguirá con lucha.
La Gran Marcha
Lüshi
El Ejército
Rojo no teme los rigores de una Larga Marcha,
mil
montañas, diez mil ríos no significan nada para él
las
Cinco Cordilleras le parecen parvas olas
simples
terrones que se deslizan, los colosales macizos del Wumeng.
Tibios
están los acantilados nubosos que azotan las aguas del Arenas de Oro.
Frías
las cadenas de hierro tendidas sobre el río Dadu.
Cuánta
alegría causan las dilatadas nieves de Minshan,
Y
habiéndolas cruzado los tres Ejércitos, una sonrisa estalla en cada faz.
La lucha entre el Kuomintang y el PCCH tuvo una
tregua para unir fuerzas ante un enemigo foráneo: El Japón, país que intensificó
su ocupación en el norte de China gracias a la colaboración de sectores
recalcitrantes del Kuomintang. La Guerra de Resistencia contra el Japón duraría
desde 1937 hasta 1945. Su poema Nieve data de este periodo: “De arriba abajo, el gran río ha perdido de
pronto su tumulto. Danzan las montañas, serpientes de plata; elefantes de cera,
avanzan las tierras altas, intentando medir su estatura con el cielo”.
Derrotado el Japón
por la política maoísta de unir a la nación ante el enemigo común, la
confrontación entre el Kuomintang y el PCCH era inminente. Entonces, se inicia
la Tercera Guerra Civil Revolucionaria. En abril de 1949 el Ejército Popular de
Liberación vence a las hordas del general Chiang y logra una importante
victoria en Nanking. La poesía nuevamente envuelve el triunfo con su melodía:
La
ocupación de Nanking por el ELP
(….)
EL
cielo está invertido, la tierra gira al revés,
y
nuestros espíritus se elevan.
Recuperemos
nuestro valor y persigamos a los bandidos derrotados;
No
hemos de imitar a Pa Wang y buscar absurdamente fama de caritativos.
¡Tener
sentimientos celestes sería haber envejecido!
El
pueblo ha comenzado a hablar ya de un mar
que se
convierte en un campo de moreras.
La Revolución china al igual que la Revolución rusa
nunca dejó de conocer días duros. Los héroes de la Larga Marcha ahora tendrían
que demostrar al mundo que eran capaces de construir el Socialismo en un país
remecido por guerras antiimperialistas y tres guerras civiles.
El 30 de junio de 1958, Mao leyó una noticia en el
Remin Ribao (Diario del Pueblo) sobre la extinción de los caracoles en el
distrito de Yuchiang, la cual lo impresionó tanto que no pudo dormir durante
toda la noche. Eran los duros años del Gran Salto Adelante, de la
colectivización de la agricultura, de la industrialización, de las comunas
populares. Mao canta, al día siguiente, la celebración de la
eliminación de una peste, la esquistosomiasis (enfermedad parasitaria), en un distrito de China:
Las
aguas y las colinas lucían su verdor en verano,
cuando los mejores médicos estaban desconcertados por esta plaga.
Miles de pueblos estaban invadidos por las ratas y las malezas
y los hombres languidecían; un fantasma cantaba sus baladas
en diez mil casas desoladas.
Ahora, en un día, hemos saltado alrededor de la tierra
y hemos explorado mil Vías Lácteas.
Si el Vaquero pregunta por el dios de la peste,
le contestaremos con alegría y con tristeza que ha desaparecido arrastrado por
las aguas.
Miles de ramas de sauce se mecen con el viento de la primavera;
los 600 millones de hombres de este gran país, tienen todos una nueva sabiduría.
Tal como deseaban, las flores del melocotonero se han convertido en olas
y las verdes montañas en puentes.
En el Alto Wuling se levantan y abaten azadas de plata,
brazos de acero remueven la tierra y doman los anchos ríos.
¿Dónde has ido, dios de la peste?
Hubiésemos quemado para tu despedida velas y barquitos de papel.
Sin embargo, el gran plan económico para desarrollar
el campo chino hubo de sufrir un revés. En 1959, Mao dejó la Presidencia de la
República, la Jefatura del Estado, y en su reemplazo entró Liu Shao-shi, quien
impulsaría reformas capitalistas en el campo. En el poema Viendo la ópera El rey mono lucha tres veces con el espíritu del esqueleto, escrito el
17 de setiembre de 1961, como una respuesta a Kuo Mo-Jo, Mao vislumbra ya los
vientos borrascosos de la restauración en ciernes:
Desde que la tempestad y los truenos
estallaron sobre esta tierra,
surgió un espíritu de entre un montón de esqueletos.
El Fraile, aunque estúpido, puede ser corregido,
Pero el mal espíritu traerá calamidades.
El Rey Mono levanta su poderoso bastón
para disipar el polvo espectral que llena el mundo.
Dejadnos que hoy lo saludemos,
porque la niebla dañina vuelve otra vez.
El Rey Mono es el
protagonista de la novela clásica china Viaje al Oeste, aquella que fuera una
de las primeras lecturas de Mao en su adolescencia. Es una de las alegorías
preferidas en la poesía de Mao. Este personaje se caracteriza por su audacia e
inteligencia para superar toda clase de obstáculos mediante una serie de
metamorfosis en animales salvajes.
Ciertamente que en
Sobre la contradicción dejó en claro que las transformaciones de Su
Wu-kung, el nombre del Rey Mono en chino, “no son cambios concretos que reflejen contradicciones concretas, sino
transformaciones ingenuas, imaginarias, fantásticas, inspiradas a los hombres
por las innumerables y complejas transformaciones reales de los contrarios el
uno en el otro”.
Más adelante en
los años de la Gran Revolución Cultural Proletaria, Mao se dirigiría a la
juventud con estas palabras: “Todas las regiones
deben producir su Su Wu-kung a fin de sembrar el desorden en el Palacio Celeste”. Y es preciso saber
que miles de Su Wu-kung insurgieron en aquella tempestad que fue la GRCP y
enfilaron sus cañones contra el Palacio Celeste, el cuartel general de la
burguesía, donde anidaban los restauradores capitalistas Liu Shao-shi y Teng
Xiao Ping, gurúes de quienes hoy dirigen la segunda potencia mundial.
Continuidad
y ruptura
Entonces, nos hallamos ante un poeta contrario
a todo panfleto o denuncia fácil y fosilizada en los pliegues de la rutina. La
creatividad del maoísmo se deja traslucir en su lírica que toma las formas
clásicas de la literatura china y las dota de un contenido nuevo, elevando este
a su vez mediante el manejo prodigioso de la rima shi definida por una estrofa de versos de cinco o siete pies, y cuya rima
recaía habitualmente en los versos impares.
La shi es la más
antigua y proviene de los tiempos de la dinastía Tang. La rima ci es más
moderna tuvo su florecimiento durante la dinastía Song, es un verso con
irregular número de palabras. Mao ha preferido la más añeja, lo cual no ha
mermado en un ápice su melodía y plasticidad.
El periodista colombiano Harold Alvarado Tenorio
nos explica así la poesía china: “La
frecuente omisión del sujeto en sus frases, la inexistencia de una expresa
diferencia entre los tiempos
verbales, el número en los sustantivos y el caso o el género de los pronombres,
ha contribuido a forjar un verso que resulta una materia compacta, cuya
interpretación es casi un acto adivinatorio. Es quizás, por esas
circunstancias, que desde sus primeros poemas los chinos relacionaron la poesía
con la música”.
Esta es la veta histórico-poética-popular de la que
Mao bebe, asimila y transforma a la luz de la ideología de la clase a la cual
dio lo mejor de su vida y obra. El periodista uruguayo Sarandy Cabrera, quien
realizó entrevistas al Presidente Mao Tse-tung, al canciller Chou En-lai y al
literato Kuo Mo-jo, piensa que la exquisitez de la poesía de Mao estaría reñida
con lo “popular”. Consideramos que en el caso de Mao existe un manejo de la contradicción de lo clásico y lo popular en el arte. Un manejo que no se detiene en el desarrollo de un lenguaje henchido de metáforas que encuentran su motivo primigenio en la naturaleza y los paisajes de su país, sino también en la historia antigua y contemporánea. La conjugación de estos dos elementos es lo que hace atractiva a su poesía. En medio de estos dos motores, el mito o los mitos chinos juegan un papel que le da mayor consistencia al mensaje social que se pretende transmitir.
Sarandy cuenta que la camarada Qiao le
señaló que Mao no era un poeta sino un político y “para reafirmar su posición, (Qiao) me traduce en el aire, directamente
del chino, una carta de Mao Tse-tung al poeta Ke Chia, de la revista Poesía, carta que figura como prólogo en la edición de 1957 de los
anteriores poemas de Mao.
La carta dice más o menos así, según los
rápidos apuntes que hice mientras Qiao traducía:
“Discúlpenme el atraso con que les
contesto. Adjunto los versos en forma clásica y los ocho poemas más que me han
pedido. En total son dieciocho poemas que he copiado en hojas aparte para
someterlos a consideración de ustedes. Nunca he querido publicar oficialmente
estas cosas porque son de forma clásica y temo que esta especie de poesía se
difunda, hacen daño a la juventud. Además, estos poemas carecen de sabor
poético y no tienen características singulares. Puesto que ustedes piensan que
pueden publicarlos aprovecho la publicación para corregir algunos errores de
que adolecen las copias que se han venido difundiendo de mano en mano... Por
supuesto cuando se trata de poesía hay que dar primero lugar a la poesía
moderna. Se pueden escribir versos clásicos pero no es conveniente fomentarlo
entre los jóvenes porque esta forma ata a la ideología y al pensamiento y
además es difícil de aprender...".
Vemos que la preocupación de Mao por la
educación socialista de la juventud es más que válida, es necesaria y que
realmente las formas clásicas tienen la limitación de abotonar la fluidez de
las palabras que pugnan por desprenderse de su cauce y sobre todo en tiempos
turbulentos y de profundas transformaciones. Sin embargo, ¿Cómo no difundir Retorno a las montañas Chingkang o Diálogo entre aves? Mao permitió su
difusión pero siendo claro en las observaciones en su carta ya señaladas.
La mujer no es una
flor…
Y como no podía ser de otro modo, Mao
también le canta a la mujer proletaria, por la que sintió un respeto sin igual.
En 1921, Mao se casó con Yang Kaihui, la hija de su profesor preferido Yang
Changji en la escuela normal de Hunan. Ella llegó a ser militante del Partido Comunista
de China. En 1927, el Kuomintang la capturó y la asesinó por negarse a
renunciar a su matrimonio con Mao y a la política revolucionaria. En diciembre
de 1961, Mao escribió en memoria de ella un poema titulado Oda a la flor del
ciruelo.
Oda a
la flor del ciruelo
Viento
y lluvia despiden a la primavera que parte,
la
nieve que revuela, saluda su retorno.
Sobre
el peñasco, donde inmensos carámbanos imperan,
se
abre todavía una flor llena de gracia.
Llena
de gracia, mas no pretende para sí la primavera,
se
contenta con anunciar su presencia.
Cuando
las flores de la montaña se abren plenamente,
se la
encontrará en medio de todas ellas riendo.
En febrero de ese mismo año ya había escrito una Inscripción en una fotografía de la milicia femenina:
Están
bien acicaladas;
las
heroínas llevan fusiles de cinco pies
y
están firmes en la parada desde los primeros rayos de sol.
Las
hijas de China tienen insólitas aspiraciones:
prefieren
las ropas de combate a los vestidos encarnados.
Y en otro de sus poemas
sintetiza lo que la mujer significa para la última clase de la historia: “La
mujer no es una flor que se mece en el invernadero de la burguesía sino un
rosal que florece en la tempestad de revolucionaria del proletariado”.
Nada más distante de la edulcoración y el aislamiento del romanticismo burgués.
Sin duda, China cambió de alma y sus poetas ya no cantan las hazañas colectivas
que estremecieron el mundo a mediados del siglo XX, pero las melodías del canto
del maestro avivan el fuego que vuelve a recorrer Asia nuevamente.