miércoles, 13 de mayo de 2015

Comentarios sobre Los rendidos




Sanción. Memoria. Estos son los dos caminos por los cuales algunos consideran que la guerra interna puede ser superada “para que no se repita nunca más”. Acaso olvidan que una guerra y aún mucho más, una guerra popular responde a causas profundas y a leyes que rigen los procesos sociales, leyes cuyo valor emana de la vida misma.  Aquellos dos caminos son revisados por José Carlos Agüero en su libro Los rendidos. Se declara un “rendido” y una de sus rendiciones consiste en no exigir justicia frente a quienes masacraron a su padre en El Frontón. Prefiere ensayar el camino del “perdón”, sabiendo de antemano que ese camino no llevará a la paz. Frente a los recuerdos de sus padres que dejó la guerra en su sensibilidad, prefiere el olvido: “Que olvidemos mucho”.

Muchos hechos individuales son olvidables, pero no lo son los hechos históricos como el 19 de junio, Día de la Heroicidad, cuyo 30 aniversario se cumple el próximo año. Esta fecha ha quedado estampada en la memoria popular, pues en aquellos días los mejores hijos del pueblo de las Luminosas Trincheras de Combate del Frontón, Lurigancho y el Callao, enfrentaron y desenmascararon la política genocida del Estado peruano y la política de aniquilamiento de prisioneros de guerra, y dieron así un ejemplo de heroísmo masivo y de dar la vida por el partido y la revolución. Hoy hay toda una iniciativa colectiva para construir un monumento en homenaje a los héroes del pueblo y se continúa exigiendo la devolución de los restos a los familiares de los 300 prisioneros de guerra masacrados por el Estado. 

Sin embargo, para Agüero ser hijo de dos militantes del PCP ha sido una afrenta. Señala que su madre nunca quiso que él sea militante. Asimismo, dice que le inculcaron la dureza de sentimientos. De igual forma, considera que sus padres afectaron la vida de la gente, “en buena parte, para mal”. Se trata pues de alguien que vivió la guerra desde su niñez y adolescencia y ahora ya adulto con una posición ideológicamente opuesta a la de sus padres, realiza un balance negativo de la guerra, se muestra antipartido y justifica la persecución política contra los comunistas: Cuando señalan que hay que hacer algo para detenerlos y vigilarlos cuando salgan de la cárcel, estoy de acuerdo.

Ahora bien, sobre todo en los dos últimos capítulos, hay puntos que es preciso tener en cuenta.

En el capítulo V ensaya un nuevo modo de entender a las “víctimas” frente al enfoque victimocéntrico que, según señala, viene siendo cuestionado por los mismos intelectuales de derechos humanos. Asimismo, insiste en sostener la tesis del campesinado entre dos fuegos. Pensamos que la guerra no puede ser entendida sobre la base de mitos, sino sobre la base de una investigación científica objetiva. Ahora bien, la historia la escriben los vencedores, no los vencidos. El enarbolamiento de las "víctimas" ha servido para ocultar el hecho de que la guerra tuvo causas políticas y sociales, para negar que quienes se levantaron en armas lo hicieron para transformar el sistema de explotación y opresión. Y de paso, se les negó y se les sigue negando derechos fundamentales reconocidos en la misma Constitución burguesa.

En tal sentido, el autor reconoce lo siguiente: “Se aceptó que las víctimas vinculadas a Sendero no podían formar parte del proceso de reparaciones. Eso, lo saben bien, es una negociación de un derecho humano fundamental no negociable.” Esto fue así por una decisión política de negar derechos a los “vencidos”. El cambio de estas actitudes será posible cuando se reconozca que en la guerra contendieron dos partes: El Estado con sus FF.AA. y el PCP con el Ejército Guerrillero Popular y el Frente-Nuevo Estado, es decir, fue una guerra popular dirigida por el PCP con el proletariado como clase dirigente y el campesinado como fuerza principal de la revolución de Nueva Democracia contra las tres montañas que caracterizaban a la sociedad peruana: el capitalismo burocrático, la semifeudalidad y la semicolonialidad.

En el capítulo VI redondea su nuevo modo de entender a quienes él considera víctimas y avanza un poco más en el reconocimiento de las partes y actores que contendieron en la guerra: los militares, Fujimori, Alan García, los militantes del PCP. Consideramos que en ese ejercicio de reconocimiento finalmente consiste su “rendición”, su renuncia. Una rendición de cuentas a la que él ha decidido renunciar, “porque imagino torpe e ingenuamente que eso puede ayudar a la paz.” Sin embargo, no basta el reconocimiento si este no se traduce en una amnistía general que permita entrar a un nuevo momento político de la sociedad peruana y se deja de perseguir a quienes plantean la necesidad de esta medida política contemplada en la misma Constitución política del Estado, a quienes se les hostiga por defender la ideología marxista-leninista-maoísta-pensamiento Gonzalo, pues esta es la cuestión de fondo.

En suma, la posición de Agüero tiene la limitación de quedarse en el plano de lo íntimo y carece de un planteamiento político claro que aporte en el camino de la solución política de los problemas derivados de la guerra. Su afán de reconocimiento de los motivos políticos de quienes se alzaron en armas (sus padres) niega la historia, el pasado, los hechos políticos claves que motivaron la toma de posición de sus padres de entrar al partido. Al historiador sencillamente no le interesa historizar la guerra.

Frente a ello, concluimos una vez más que quienes plantean solución política, amnistía general y reconciliación nacional, están en el camino correcto, pues entrar a un proceso de amnistía general es lo que corresponde después de una guerra, tal como ha ocurrido en países que han atravesado procesos bélicos similares (Sudáfrica, Colombia, El Salvador, Brasil, España, Uruguay), ya que ello sirve a cerrar heridas, neutralizar venganzas y aplacar odios en un momento en que es necesario unir más al pueblo y la nación peruana frente a los nuevos problemas que tienen origen en el actual carácter capitalista de la sociedad peruana, con rezagos semifeudales y dependiente del imperialismo.


Taller de Estudios de la Realidad Nacional